Mi autobiografía
Mi nombre es: Jonathan Josué Cando Herrera. Tengo 11 años. Mi
papá se llama Luis Pérez y mi mamá Adriana Cando. Yo nací en el 2003, el 22 de septiembre en Quito-Ecuador. Cuando yo tenía 2 años ingrese a la Guardería, y tuve muchos amigos, allí me divertía. A los 6 años ingresé a la Escuela ´´Eugenio Espejo´´a 2do. de básica, hoy estoy en 7mo. de básica ´´C´´. Me gusta jugar fútbol, pasear con mi perro Tomy
y jugar con mis amigos. Mi logro fue cuando me gané una medalla en natación. Me
gusta comer pizza y hot dog. La parte
más triste de mi vida fue cuando se murió mi perrito Tomy 1 a los dos meses y
lloré muchísimo, pero me compraron otro y ahí fue cuando me puse muy feliz, le pusimos Tomy, después mi familia y yo festejamos. Mi perrito ahora tiene 11 meses y medio.
Mi papá me compró un PSP 3001 y estoy mejorando en mis notas, bueno un poquito, yo pensé que iba a perder el año pero no me quede en nada y por esa razón me compraron el PSP 3001 estaba bajando de notas y estaba triste.
Mi papá me compró un PSP 3001 y estoy mejorando en mis notas, bueno un poquito, yo pensé que iba a perder el año pero no me quede en nada y por esa razón me compraron el PSP 3001 estaba bajando de notas y estaba triste.
Mi paisaje
El paisaje es grandioso
bonito y fabuloso
pues me gusta porque es hermoso
grande y frondoso
El paisaje es lindo
y se ve muy sólito
los animales juguetean
brincan, saltan y revolotean
Mi corazón se alegra
cuando viene la primavera
pues juego con los animales
hasta cansarme y hablarles


EL CURA SIN CABEZA
"Esta leyenda también es común en varias
ciudades interandinas del país; se cuanta que en otra época vivía un sacerdote
de escandalosas costumbres, que mantuvo relaciones con numerosas beatas. Cuando
el cura murió su cabeza fue cortada y se la llevaron los demonios",
manifestó Jorge Castillo.
Desde entonces, el alma del Cura recorría las
calles de Cuenca por las noches, buscando inútilmente su cabeza. Una versión
mas picaresca de la leyenda asegura que el curita tenia la cabeza en su sitio,
pero tan buena era que, para evitar miradas indiscretas cuando salía a sus
andanzas ocultaba el cráneo bajo un manto, y de este modo se asimilaba a una
alta figura decapitada. El propio sacerdote se encargaba de propagar la versión
de "aparecido" para que sus buenos feligreses se abstuvieran de
fisgonear por las noches.
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